Sonia Álvarez tenía siete años, vivía en el barrio de Congreso. Era sábado a la noche y habían terminado de cenar con su familia cuando pasaron por la Casa Paraguaya de Buenos Aires. Había un concierto en vivo. Nacida en Argentina en 1985, sus abuelos paternos eran paraguayos. El padre quiso entrar y de pronto, en el escenario, subió una chica a tocar el arpa.
“Ahí es donde veo el instrumento por primera vez. Me acerqué a la tarima donde ella estaba tocando y me quedé sentada escuchando todo su concierto. Se ve que habrá sido tal mi expresión y mi asombro que cuando terminó de tocar se me acercó y me preguntó si me había gustado, le dije que sí y en ese momento me dijo ´si querés, yo te puedo enseñar´”, rememora hoy Sonia Álvarez, arpista, compositora y cantante.
A los pocos días empezaron con las clases. Se llamaba Susana Peña y fue su primera maestra del arpa, cinco meses de aprender sin el instrumento. “Hasta que un día Susana le dijo a mis padres que me compraran un arpa. Todo lo aprendía muy rápido, me lo acordaba de una clase a otra y estaba entusiasmada. Ahí se pusieron en campaña a ver cómo conseguir una, usada y económica para que pudiera practicar”.
Así apareció su primer arpa, con las cuerdas bastante juntitas, usada y sin funda. Corría 1993, 1994. Susana entonces sugirió que la niña se anotara en la carrera de arpa clásica en el conservatorio de Música Carlos López Buchardo. La veía como una promesa.
“Hacía las dos cosas paralelamente, a la mañana el colegio y a la tarde noche el conservatorio. Lo disfruté mucho, especialmente la primera mitad de la carrera. Fueron diez años que mi vida transcurría entre el colegio, el conservatorio, las clases particulares de teclado y flauta barroca, las prácticas de arpa diariamente, los shows de los fines de semana y los viajes”, dice Sonia, con tres discos publicados a la fecha y asidua protagonista de la música popular, convocada por los mejores músicos de diversos géneros.
De David Lebón a Las Pelotas, de Lito Vitale a Elena Roger, de Alejandro Franov a Gustavo Santaolalla, la arpista recuerda especialmente cuando le escribió Fabiana Cantilo y le propuso grabar en varios temas de su disco Cuna de Piedra. “Ese disco se grabó en pleno enero en una terraza y la sala era un lavadero diminuto en el cual mi silla estaba exactamente al lado de un lavarropas. Fue buenísimo y el disco suena bárbaro”.